sábado, 12 de marzo de 2011

Hasta que la muerte los separe.

Con la voz entrecortada por la emoción y una lágrima rodando por su mejilla repitió:
 “Y yo prometo (un montón de cosas) hasta que la muerte nos separe”…
Un sentimiento profundo, tiernas miradas y un beso enamorado para sellar la promesa.
¡Qué genuina emoción!, ¡Cuánta ilusión!, ¡Qué felicidad!
Esa promesa no es una repetición de promesas anteriores.
Esa promesa es La Promesa.
La que se dice una sola vez en la vida, porque dura hasta que la muerte los separe.
Es un momento maravilloso donde el Amor, la Sinceridad, la Emoción y La Promesa convergen en ése instante mágico. La realización de un sueño de dos enamorados que desean que ése momento sea el primer día del resto de una vida compartida y feliz. ¿Y por qué no?

Aquí es donde los cuentos de princesas y las telenovelas mexicanas ponen en pantalla la palabra FIN con una preciosa música de fondo. Los espectadores nos emocionamos y volvemos a sentir que el amor todo lo puede, hasta atravesar la rutina sin deteriorarse en lo más mínimo.

Pero…la vida real no se detiene allí. No se congela después de la última palabra, que por cierto es “separe”… del verbo separar…
No, no. A partir de allí comienza la convivencia. Ésa para la cual se recomendó, pidió y repitió durante la ceremonia: mucha COMPRENSIÓN y TOLERANCIA.

Dos palabras. Sólo dos. Pero que resuenan cada tanto, cuando hay que recurrir a ellas, recordándoles que el matrimonio implica convivencia y eso… eso no es soplar y hacer botellas.

Que el  Matrimonio no solo es la unión de un hombre y una mujer, sino la unión de un hombre +  su familia  con  una mujer + su familia… para empezar…
Cosa que suele vislumbrarse en la primera Navidad, se confirma más o menos en la segunda  y a veces arruina definitivamente el “espíritu navideño” de la siguiente Blanca (a veces negra) Navidad.

Y así, sin extenderme más, hay momentos en los que hay que recurrir a  la COMPRENSION y en otros, echar mano a la TOLERANCIA.

A veces cuando las cosas se complican irreversiblemente y se alcanza un estado de conciencia, ése que dice  sencilla pero contundentemente que “lo importante es darse cuenta”, no es la última, sino las 6 últimas palabras de La Promesa: hasta-que-la-muerte-nos-separe, las que resuenan insistentemente.

Ah…la muerte…
¿La muerte de quién?, ¿La muerte de qué?

A ver!!!  Que ése punto no quedó muy claro aquel día. Recapitulemos, con los nervios se dice que sí a TODO y se firman las cláusulas del Contrato sin detenerse a leer la letra pequeña…
Pero un contrato de amor no se hace por escrito y por lo tanto no tiene letra pequeña…
 Volvemos al punto: ¿La muerte de quién o la muerte de qué?

Porque también existen “otras” muertes.
La de la Ilusión o la de la Comprensión o la de la Tolerancia o la del Respeto o la del Amor…
Y cada caso es diferente. Cada cual sabe sumar, restar o agregar…depende…
Todos fuimos emocionados testigos de La Promesa (el comienzo) y apenados testigos de la muerte (el fin) de muchos matrimonios. La crisis de los 30?, la de los 40?, la de los 50?

Aquí lo dejo. Dos preguntas… la muerte de QUÉ o de QUIÉN??

En cuanto a las respuestas… mmm …  Para eso necesito otro espacio.
Lo pensaré. 


Moni :)